Declararon dos familiares de las dos victimas secuestradas, asesinadas en 1976.


Declararon un veterano de guerra, otro militar y dos familiares de las dos victimas secuestradas, asesinadas en 1976.
«Se los llevaron como estaban, en ropa de cama y descalzos»

En una nueva jornada del cuarto juicio por crímenes de lesa humanidad que se lleva a cabo en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Catamarca (TOCF) contra Francisco Gabriel Castañeda, por la desaparición y muerte de Griselda del Huerto Ponce y Julio Genaro Burgos -ocurrido el 15 de diciembre de 1976-, declararon ayer un militar retirado y veterano de guerra, otro militar, y dos familiares de las víctimas, quienes aportaron detalles del día en que fueron secuestradas.

«Ese día -no recuerda bien la fecha, pero que sí que hacía mucho calor-, mi primo Julio vino de vacaciones desde Buenos Aires y fuimos con él y mi tía Griselda, a visitar a mi padre y de allí a la casa de mi abuela», por calle 9 de Julio al 1.200. «Era de madrugada, sentimos como un golpe en la ventana. Esperábamos a mi tío Gregorio (quien fue secuestrado en un hecho anterior), porque su llegada siempre era una alegría», recordó una mujer de apellido Ponce, familiar de los desaparecidos.

“Entraron en la casa como un tropel, dando órdenes. Dieron vuelta todo. Estábamos durmiendo y se los llevaron como estaban, en ropa de cama y descalzos porque estábamos durmiendo. Era de noche», agregó.

Aseguró que «alguien entró a la pieza, prendió y apagó la luz. Eso nos encegueció y alguien se paró al lado mío. Me ordenó que baje la cabeza y sentí que me apuntaban. Miré para abajo vi como unas botas, un calzado que no era común. Cuando se fueron comenzaron los gritos. Una tía decía ‘ellos los llevaron, se los llevaron’, y los que faltaban eran mis primos Julio y mi tía Griselda. Como estábamos durmiendo se los llevaron como estaban con ropa de cama, descalzos».

Indicó que ese momento ella tenía 16 años, y que mientras los mayores intentaban reponerse de lo sucedido, en horas de la madrugada -poco después del secuestro-, «llegaron camiones verdes con soldados que hablaron con una tía. Entre nosotros todo era un caos porque no sabíamos nada de nada. Teníamos muchos libros en la casa, y hablaron con mi tía Felicinda, que era modista y enfermera. Ellos entraron y empezaron a dar vuelta las cosas. Yo tenía 16 años y hablaban con mi tía y mi papá.

Rompían y tiraban todo. Hicieron una enorme fogata en el fondo del terreno y quemaron colecciones y libros de la escuela, de poesías y discos», agregó. Dijo además que después del allanamiento y el secuestro «nuestra vida cambió totalmente porque notamos que la gente tenía miedo de ir a nuestra casa porque temían que les pueda pasar lo mismo. Los vecinos directos dejaron de saludarnos».
Otra mujer, de apellido Toledo, también familiar de las víctimas, dio detalles de la desaparición del tío Gregorio.

Le siguió el suboficial principal del Ejército, Francisco Simeón Lavate, veterano de guerra, quien dijo conocer al acusado, ya que estuvo a sus órdenes en el año 1976, cuando era sargento. Finalmente, declaró Néstor Silva, que también estuvo en la compañía que estaba a cargo de Castañeda. En ambos casos los dos dieron detalles del funcionamiento de la compañía y las actividades que realizaba el personal a cargo.

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